Y pensaste tu
que empecé a morir
el día que te fuiste.
Pero yo ya estaba muerto antes de tu partida .
Entre mis pastizales incinerados
por los pirómanos celadores.
Entre la cuna y el pesebre empobrecido .
En el arrullo de las sirenas en cautiverio,
tus melodías carecen de sustento y alma.
Llegaste a la rivera con cantos banales,
con aromas de fragatas encalladas.
Con el recuerdo de tus tripulantes nocturnos.
Todos fieros corsarios aventureros de agua brava.
Temerarios gandules carentes de empatía.
Todos ellos mis hermanos,
mis compañeros de viajes insanos hacia la locura de tus labios.
Prendí la vista hacia el horizonte de tu iris nebuloso.
La muerte nos sonríe a todos
como una recompensa a la traición de la vida.
Al imposible de tus ósculos inasequibles,
al insondable valor del aroma de tu clavícula.
Y pensaste tu que moriría en tu ausencia.
Mas yo ya estaba muerto esperando encontrarte,
para perderme en el vicio de tu cálida entrepierna.
En el calor de mil demonios húmedos,
en la redención de tus gemidos esporádicos,
todos falsos como la vida misma.
Y me dijiste tu esa noche,
yo estoy en todas partes,
mas no te equivocabas.
Te encontré en cualquier esquina,
en esta ciudad que nunca duerme y guarda tu aroma,
no te equivocaste.
Tu estas en todas partes!